Cada viaje increíble debe comenzar con un
sueño, decidí soñar en grande una vez más. A pesar de tener altibajos con mi
salud, el amor que yo sentía por alguien, hacía que cualquier dolor sea vano y
olvidable. Me dispuse a viajar por el
Perú; casi 28 horas en un bus para llegar a Lima. Medio perdida pero con muchos
ánimos, conocí a una australiana viajera con quien compartí un taxi al hostal.
La maleta a un lado, una ducha refrescante y una mini siesta antes de partir al
aeropuerto a esperar a mi compañero de aventuras, la persona con quién pasaría
las siguientes dos semanas haciendo un viaje de ensueño.
Corrí y con el beso y el abrazo más fuertes
que podía dar, le daba la bienvenida al continente sudamericano. Conocimos a una peruana que nos recogió del aeropuerto y nos
llevó a comer a la Sanguchería de Miraflores, un lugar bastante bueno que
recopila la tradición de comidas con la forma moderna de servirlas. Era tan
solo la primera noche pero sentía que iban a ser semanas maravillosas.
Entre caminatas
y una que otra parada para fumar, visitamos el parque del amor, un par de fotos
y decidimos ir a Larcomar por un buen almuerzo, paseando por el malecón, nos
desviamos un poquito y nos salimos del mapa, encontramos un restaurante donde
comimos ceviche, el primer ceviche de su vida!
Para el día siguiente teníamos planeado
unirnos al Free Walking Tour de Lima, que comenzaba con un poquito de cerveza
artesanal en la mañana. Con ellos visitamos el centro histórico de Lima, la
plaza mayor, el Museo Larco, el palacio de gobierno, la casa de la literatura
peruana y otros tantos lugares que yo disfrutaba simplemente por estar con la
mejor compañía.
Hacia el sur..
Tomamos un bus que nos lleve a Cusco, cada
vez más cerca de casa. Comenzamos por visitar un poco la cuidad, Cusco como
siempre, una maravilla. Compramos un tour de un día, que nos permita ver
algunos de los lugares icónicos de la cuidad. Visitamos las salineras de Maras,
Moray, Pisaq y Ollantaytambo. Quería llegar a casa.
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