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Hola :) soy Yoshi, boliviana, viajera y de vez en cuando bloguera.

martes, 30 de enero de 2018

16 días en sudáfrica

Y así de la nada, cuando uno no deja de soñar, las oportunidades simplemente aparecen. Para cerrar el año con algo bueno, me ofrecieron un viaje; en medio de un brote de mi enfermedad, me dieron la oportunidad de viajar a Ciudad del Cabo, Sudáfrica, a un curso de dos semanas (con ciertas condiciones obviamente, pero yo siempre dispuesta, obvio! Quien no quiere conocer otro continente?).
Los dolores habían aumentado en un 100%, recién diagnosticada con LUPUS, decidí que simplemente ninguna enfermedad me iba a quitar lo que más me gusta en el planeta; descubrir nuevas culturas. Me organizaron el viaje de tal modo que tuve que, prácticamente cruzar sudamérica para cambiar de continente; La Paz-Lima-Sao Paulo-Johannesburgo-Ciudad del Cabo y retorno igual. Aunque realmente a mí no me importa mucho pasar más o menos horas en un avión, el dolor hacía que el viaje sea realmente frustrante.
De La Paz a Lima me la pasé en el baño del avión, apenas tuve el valor de volver a mi asiento para el despegue y aterrizaje. Hacia Sao Paulo, dormí casi las cinco horas de vuelo, desperté mejor pero el dolor jamás se iba; entre lágrimas y llena de frustración llamé a mamá; ella era la única que podía hacerme sentir mejor. Estaba claro que tenía dos opciones, la primera, resistir, ser fuerte y terminar lo que había comenzado, visitar Sudáfrica como lo había planeado y pasarla increíblemente bien o la segunda, dejarme ganar por la frustración y el dolor y cambiar el vuelo de retorno para volver a casa. Debo admitir que estuve tentada de hacer lo segundo, pero sentí que viviría arrepentida el resto de mi vida. Así que continué y pasé 16 estupendos- dolorosos días en Ciudad del Cabo.
Después de al menos ocho horas de sueño en mi cuarto del hotel, desperté con mucha hambre, tenía que comer, no tenía el valor suficiente para salir a descubrir un nuevo lugar. La pesadez y el dolor que sentía en mi cuerpo, me limitaron a quedarme en el bar del hotel a comer algo así como waffles con helado.

Al día siguiente, cuando yo estaba esperando el taxi que me llevaría a un centro comercial a pasear, un grupo de nórdicos me secuestró para llevarme a uno de los lugares más bonitos y emblemáticos de ciudad del Cabo, “the Table mountain”. La vista es increíble, se siente un aire diferente que llena el alma y el solo hecho de estar rodeada de gente buena onda en un continente distinto, hace que el alma revitalice.




Los días transcurrían y yo había conocido gente increíble de todas partes del mundo, mi compañera de cuarto, una chica nepalés que cuidaba de mi como si hubiésemos sido amigas por siempre y Nela la uruguaya, que me entendió desde la primera vez que platicamos. Nqobizitha un chico de Zimbabue que estuvo pendiente de mi todas las mañanas del curso. Éramos un lindo equipo. El día de la inauguración del curso, los organizadores del evento habían planeado un “amazing race” visitamos Cape of good Hope, o “la puntita del continente”; la mejor forma de renovar aires, cata de vinos, baile, karaoke y un paseo en camello son sólo algunas de las cosas que hicimos ese día.







Pasaron los días y los fui conociendo mejor, corazones cálidos de todas partes del mundo. Un resumen del gran trabajo hecho por mis amigos: