Lo había planificado todo de
maravilla, diez días en Belgrado y luego regresar a Estambul.
Muy temprano en la mañana me
dirigí al aeropuerto Sabiha Gökçen, con la esperanza de seguir
viviendo mi sueño. Al llegar a Belgrado, bajando del avión, veo a la policía
revisando pasaportes, muy segura de mi misma, entregué el mío, lo revisaron y
procedieron con las preguntas: A qué viene a Serbia?, Cuánto equipaje tiene?,
Tiene dinero en efectivo?, Su reserva de hotel? Entre otras…; mis respuestas
eran las más lógicas que podía encontrar en ese momento, solamente la verdad. De
repente llaman a otra policía de migración y comentan algo en serbio,
nuevamente las mismas preguntas, Qué hace tanto tiempo en Turquía?, Tiene
amigos en Serbia?, etcétera.
Tratando de mantener la calma,
les dije que sí, tengo un amigo en Serbia y que me está esperando afuera, tenía
todas mis tarjetas de crédito y tenía mi boleto de retorno a Estambul.
NO TIENES ACCESO A SERBIA, esas
palabras aún retumban en mi cabeza, cómo, todo aquello que había planeado se
desmoronó en segundos y sin un motivo. Si, la estúpida policía de Serbia, no
tenía un motivo para deportarme y lo hizo sólo porque sí. Entre llanto y
desesperación de no saber qué hacer, qué esperar o qué decir, esperé; la aerolínea
que había elegido para viajar, tenía solamente tres vuelos semanales, lo que
significaba que tenía que esperar alrededor de 72 horas para poder volver a
Turquía.
Dos noches en la sala de juegos de niños, una amiga pakistaní
deportada, un amigo bosnio deportado, un cigarro, unas galletas y un chocolate
era lo que tenía.
Cuando mi pesadilla había
terminado, llegué a Estambul un poco decepcionada, pero no duraría mucho, aún
había mucho por descubrir en la cuidad más bonita del planeta.
Tres cruces a Serbia!
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